lunes, 29 de agosto de 2016

Cuentos de los vikingos (extraídos de las antiguas sagas)

            Si de una colección de libros estoy especialmente orgullosa, es del par de decenas de volúmenes que tengo de la Biblioteca de cuentos maravillosos del editor José J. de Olañeta. Conocí la colección gracias a un ejemplar de Las mil y una noches; era una reedición del libro de Calleja, una auténtica maravilla tanto en su diseño como en su contenido (nunca disfruté tanto leyendo el relato de las aventuras de Aladino y su lámpara maravillosa como en esta versión). Después, siguieron una serie de libros de cuentos también seleccionados por Saturnino Calleja; más tarde, Cien cuentos populares españoles (una joya); después, otros autores extranjeros. Cada vez que un ejemplar de esta colección se me pone delante, me hago con él, porque aunque tarde en leerlo (cada libro tiene su momento), sé que me gustará. 
        Muchas veces -aunque cada vez menos- se relaciona la palabra "cuento" con la palabra "niños", como si un adulto lector de cuentos fuese infantil o mal lector. ¡Nada más lejos de la realidad! La mayor parte de las historias de las grandes novelas y obras teatrales que la crítica considera relevantes, está contenida en relatos que originariamente fueron populares. Así, por ejemplo, el relato que inspiró La vida es sueño de Calderón, está recogido en Las mil y una noches; La fierecilla domada de Shakespeare está inspirado en un relato que ya aparecía en el Libro del Conde Lucanor... Hay un montón de ejemplos similares, tantos, que se puede afirmar que lo raro es la auténtica "originalidad", esa idea romántica tan sobrevalorada en nuestros tiempos. En nuestra tradición hispánica la influencia árabe y oriental es la más importante, de manera que cuando un lector asiduo de literatura española lee, por ejemplo, Las mil y una noches, todo en ese libro le resulta familiar. No sucede lo mismo con el libro del que voy a hablar hoy: Cuentos de los vikingos extraídos de las antiguas sagas, de Guyot y Wegener.
       
¡Impreso ya en letras de sangre!
        El mismo subtítulo de la obra incita a su lectura: "extraídos de las antiguas sagas". Ya me imaginé que sería un libro como la Flor de leyendas de Alejandro Casona o como las adaptaciones de Rosemare Sutcliff de las leyendas artúricas o los textos de Homero. Y sí, no iba desencaminada. El libro tiene ese tono heroico y al mismo tiempo cándido de la epopeya medieval. También fueron la bravura y la candidez dos virtudes que se atribuyeron a estos hombres del norte que sembraron el terror por toda Europa en la Edad Media. Eso sí, también me imaginé que los relatos serían de corte mitológico, y ahí me equivoqué: los protagonistas son reyes y guerreros vikingos, y las aventuras que se cuentan en ellos son tan verosímiles que casi sorprende (aunque no faltan pequeñas dosis de magia, pero mucho más pequeñas de lo que el lector ignorante se espera). En total el libro contiene nueve relatos:
- Skiold, el rey venido del mar.
- La promesa del vikingo.
- Havbar y Signe
- La muerte de Hialmar
- La ley de la sangre
- La hija de Sigurd
- El rey Ivar
- La saga de Fridtjof
- El viejo Stoerkodder

         ¿Qué resaltaría de este libro? Lo bien que plasma la mentalidad de un pueblo y retrata a toda una cultura. Caballeros como el viejo Stoerkodder, que tiene por mala muerte la muerte natural (pues un guerrero de verdad como él tiene que morir luchando, pero ¡ay pobre desgraciado, que vence todas las batallas!); como Fridtjof, que consigue casarse con Ingeborg a pesar de las malas artes de los hermanos de ella, y que al final, siendo buen caballero y leal (aunque un poco "fresco", en términos caballerescos hispánicos) consigue hacerse con todo el reino; amantes como Havbar y Signe o como Hialmar y Gunhilda... Y la admiración de toda la población por Skiold (¿por qué me recordó al Infante Arnaldos?), cuya sola llegada y marcha es como un milagro... Sí, hay mucha poesía en esa rudeza.
           ¿Mi relato favorito? Me gustó mucho el de Havbar y Signe, por la manera que él tiene de colarse en la alcoba de su amada (al más puro estilo del Don Juan de Byron, pero en versión medieval y cortés) y por su final trágico, que pone el contrapunto al dulce ingenio amoroso (claro, el humor con los vikingos... no casa mucho, por lo que pude leer).
         ¿Con qué personaje me quedaría? Tal vez con Hialmar (humilde y valiente) o con el mismo Fridtjof, que parece ser inteligente y divertido, pero recto (como buen vikingo, faltaría más).
          ¿Algo que añadir? El diseño de la portada y de las letras capitales y las ilustraciones son un bellísimo trabajo de Gerda Wegener que no hay que dejar de destacar (pueden admirarse en las imágenes de este artículo), así como la traducción, que está firmada por Jordi Quinglés.
Letra capital
       El texto que seleccioné pertenece al relato "La hija de Sigurd", que cuenta la historia del rey Regner, quien, al enviudar, se negaba a tomar esposa. Sus hombres vieron a una muchacha hermosa y le dijeron que debía casarse con ella, para lo cual el monarca -que aún no había visto a la bella Kraka- puso tres condiciones...

Fragmento de "La hija de Sigurd"
        Si el tema de los vikingos os gusta, o simplemente, si -como a mí- os interesa todo lo relacionado con la literatura medieval, os recomiendo la lectura de este libro. En la misma editorial hay otro libro titulado La vida cotidiana de los vikingos (800-1050), escrito por Régis Boyer. También de vikingos sabe mucho Manuel Velasco, que tiene un blog llamado Territorio Vikingo, que no se puede dejar de visitar (y, si surge el interés, leer alguno de sus libros sobre el tema). Yo supe de él gracias a uno de mis programas favoritos, del que ya hablé aquí, El abrazo del oso, y cuando lo visité me sorprendió para bien. Adjunto también enlaces a los audios en que hablan de este tema, aunque ¡ojo!, podéis llevaros más de una sorpresa... como enteraros de que los vikingos en realidad no llevaban cuernos...

domingo, 28 de agosto de 2016

Cuadro de máximas latinas (alfabeto fundacional)

           En la última entrada hablé del Kit completo de caligrafía de Ann Bowen, publicado en la editorial Blume. Allí conté mi experiencia con el primer proyecto: unas tarjetas para acompañar regalos, que quedaron bastante presentables, a mi entender.
           En cuanto pude, corrí a una papelería a hacerme con un papel un poco más especial para el segundo proyecto. Aunque el libro recomendaba papel de acuarela, había tal variedad de papeles que no sabía por cuál decidirme y al final -encomendándome al azar- escogí un papel perlado rosado que me pareció muy elegante (y, de paso, compré unas cuantas hojas de papel perlado en azul y ocre, por lo que pudiera pasar).
           Bueno, pues al llegar a casa decidí comenzar con el segundo proyecto, que era un poema en latín escrito con pincel y acuarela sobre un papel de acuarela. Y yo, que llevo mal lo de seguir las instrucciones al pie de la letra, decidí:
a) Que no tenía que escribir el mismo poema que venía en el modelo (y escogí unas citas célebres de Séneca y Ovidio que me parecieron más interesantes, y que, aunque no estuviesen en verso, estaban en latín).
b) Que ya que no tenía papel de acuarela (porque el perlado era más bonito), podía ir mentalizándome de que a lo mejor ese papel no valía para ese proyecto y debía cambiar... el pincel por la plumilla.

            En cualquier caso, como en el proyecto de las tarjetas, hice el montaje previo y dibujé las líneas antes de escribir el texto definitivo:
"Non scholae sed vitae discimus"...

O sea: "No aprendemos de la escuela, sino de la vida"

           A continuación, me atreví a probar con acuarela, como aconsejaban las instrucciones. Debo decir que en ese momento me di cuenta de que solo tenía dos pinceles finos, pero no tanto como lo requerían estas letrillas diminutas y mi aún escaso dominio del arte de los escribas. Pero... ¿quién dijo miedo? Allá que me puse, y este fue el resultado:

En latín no había tildes
           Como se puede apreciar, quedó un poco insulso, entre la poca gracia del color y mi falta de pericia con el pincel. Así que decidí repasar los trazos con plumilla y tinta, y lo que conseguí fue...¡un borrón! Pero, lejos de desanimarme, al ver ese papel ya definitivamente arruinado, creí que era el momento perfecto para volver a empezar el trabajo, haciéndolo esta vez solo con plumilla, que de momento para mí es más manejable que el pincel. Y con la misma plumilla para letra redondilla del número cinco con que hice el primer proyecto y tinta roja de la marca Pelikan, volví a escribir la frase del sabio antiguo:
El rojo le da un punto medievalizante muy original
       Por si quedasen dudas, he aquí la comparación de los dos trabajos:
Todo al rojo, sin duda
         Para darle el punto de prestigio latino que le faltaba, siempre se puede enmarcar el trabajo y hacer de él un mantra inspirador para colocar por casa e incitar a la reflexión:
   
La otra máxima es de Ovidio, también muy inspiradora: "La gota horada la piedra no por caer con fuerza, sino con constancia".

           En resumen, mi trabajo final no tiene casi nada que ver con la propuesta, salvo que está en latín y emplea (o pretende emplear) el alfabeto fundacional... pero aun así quedé muy satisfecha con él, de hecho estoy haciendo varios cuadritos con máximas latinas. De manera, que me atrevo -juas- a dar aquí los pasos para hacer un hermoso... 

CUADRO DE MÁXIMAS LATINAS CON EL ALFABETO FUNDACIONAL.

Material necesario: un lápiz HB, papel para recortes, papel perlado rosado, una regla, una goma, una plumilla para letra redondilla del número 5 y tinta roja de Pelikan.

Pasos:

1. En un folio, trazar las pautas en las que se dibujarán las letras. Dibujar todas las palabras con lápiz y recortarlas. Es importante tener un modelo del alfabeto fundacional para poder trazarlas con precisión. En el libro de Ann Bowen viene el alfabeto con unas pautas para practicar, pero no es difícil  encontrarlo en la web.
2. Doblar por la mitad cada palabra para encontrar el centro de ese papel y colocar los recortes sobre el papel perlado para ver qué composición es la que mejor queda. Aquí conviene hacer varias pruebas y comparar.
3. Trazar con lápiz las pautas en el papel perlado, muy suavemente para poder borrarlas. Trazar las grafías con lápiz con mucha suavidad también.
4. Borrar las líneas de pauta.
5. Con la plumilla y tinta roja, repasar las letras.
6. Dejar secar.

Y...¡trabajo terminado! Solo os falta el marco. Procurad escoger siempre citas inspiradoras y optimistas, para llenar vuestro día a día de energía positiva. Y, ya sabéis, si no seguís las instrucciones... seguro que os sale también algo interesante.

lunes, 22 de agosto de 2016

Kit completo de caligrafía, de Ann Bowen

       No hay mal que por bien no venga. Por motivos de salud me he veo obligada a no hacer esfuerzos durante una temporada (lo cual es la excusa perfecta para no moverse demasiado) y tengo mucho tiempo "libre" para volcarme en actividades sedentarias, por lo que es el momento indicado para comenzar a practicar todas aquellas tareas que con el ajetreo del día a día siempre iba dejando sin hacer. Una de esas tareas es estudiarme y realizar los proyectos del Kit completo de caligrafía de la editorial Blume, que fue un regalo que me hicieron el año pasado y aún no había tenido tiempo de estrenar. 
         Como suele suceder con todos los libros de esta editorial, el diseño del libro es una maravilla. Por fuera es una cajita de cartón, y se abre en tres partes. Dentro de la caja hay:
- Un set de materiales (con un palillero, unas plumillas para letra redondilla nº 3 y nº 5, una plumilla copperplate, una plumilla para pósters, un lápiz HB, un pincel, tinta negra y acuarelas de color dorado, blanco y negro).
- Un librillo titulado Técnicas donde se explican de manera muy clara aspectos básicos del arte de la caligrafía. En este librillo también aparecen una serie de alfabetos clásicos con las instrucciones necesarias para trazar los caracteres.
- Otro librillo titulado Proyectos, donde aparecen una serie de trabajos en los que aplicar las explicaciones del libro de técnicas. 
- Dos cuadernillos (firmados por Valle Camacho Matute y Emiliano Navas Sánchez), de Ediciones Emilianenses, para practicar la caligrafía gótica y gótica rotunda.

          Qué decir tiene que las hojas de práctica de caligrafía que vienen tanto con el libro de técnicas como en los cuadernillos es conveniente fotocopiarlas y practicar en las fotocopias para no estropear el material original. Además, por lo que he visto en un primer intento, una sola práctica no es suficiente.

     Después de leer un rato el libro de técnicas, me di cuenta de que la lectura debía complementarse con una práctica urgente, de manera que rápidamente me puse a practicar con el primero de los alfabetos propuestos: el alfabeto fundacional. Hice dos fotocopias de la página que aparece en el libro de técnicas y, con la plumilla para letra redondilla nº 5 y la tinta que viene con el kit me puse, cual colegial escribano, a trazar mi primera página de caligrafías. Debo decir que, no sé si debido a mi inexperiencia o a cualquier otro motivo que desconozco, no fui capaz de cargar la plumilla en condiciones directamente del tintero que viene con el libro, pues tiene una boca muy estrecha, de manera que eché parte del contenido del tintero en un tapón de botella de agua, que me sirvió para este primer intento. Este fue el resultado:

Sí, no podía faltar un borrón...


       Después de estos primeros trazos, decidí rellenar la otra fotocopia que tenía, y el resultado es el siguiente:
Aquí entendí el significado del dicho "Borrón y cuenta nueva"
         No sé si estaré haciendo algo mal o no, porque según el libro, se entiende (o yo lo entendí así, al menos) que con un trazo basta para lograr esta caligrafía. Sin embargo, yo tuve que aplicar varios trazos para lograr las diferencias de grosor en las distintas partes de las letras. Tal vez no esté usando la plumilla o el tamaño adecuado... Pero ya entusiasmada con el asunto, decidí que era hora de coger el bloc de dibujo, coger una regla para trazar las líneas (siguiendo las pautas del libro) y escribir el alfabeto fundacional en el bloc.
El tachón de la "a" volvió a aparecer...
Así quedó una vez borré las líneas de lápiz
          Ya en pleno éxtasis caligráfico, aunque un poco cansada ya, decidí hacer una pausa, cuando una idea pasó por mi cabeza: ¿por qué no empezar el primer proyecto, ya que tenía alli mismo todo el material y no parecía tan difícil? Dicho y hecho: así comencé el primero de los trabajos del libro: unas tarjetas de felicitación. 
         Debo decir que en ese momento no tenía tarjetas ni papel especialmente bonito, solo unas cartulinas blancas. Pero no hay impedimento para el que tiene ganas, me dije, así que pensé mentalmente en las personas de mi círculo más cercano que estarían de cumpleaños en el próximo mes para hacerles una tarjeta que acompañe a su regalo. (Por mal que esté, pensé, siempre quedará bonita una tarjeta escrita con plumilla y tinta). De esta manera, mi objetivo para este primer proyecto era lograr hacer unas tarjetas:
- Con una letra similar a las del alfabeto fundacional
- Sin borrones
- Dignas de adjuntar al regalo sin resultar ridículas
Y así me puse manos a la obra. En las instrucciones recomiendan dibujar primero las letras en un papel, recortar el papel y situarlo en el centro de la tarjeta para luego marcar ese centro y comenzar a trabajar en él. Simplemente, hay que dibujar las líneas con lápiz y regla (yo seguí tomando las pautas del libro, porque creo que es pronto para experimentar) y escribir con lápiz el nombre el la tarjeta para después repasarlo:
El borrador a lápiz se hace para buscar el centro de la tarjeta

Y luego se borran las líneas de lápiz
     Supongo que con más práctica y unas tarjetas más bonitas el resultado será muy lucido, pero yo me doy con un canto en los dientes con mis cuatro tarjetas de felicitación para el mes de septiembre, porque creo (modestamente hablando) que, aunque no están perfectas, sí son muy elegantes e imprimen un sello personal al regalo. El próximo día que pueda salir de casa compraré papel chulo para hacer más tarjetas y el segundo proyecto del libro: un poema en latín para enmarcar. 


viernes, 19 de agosto de 2016

En llamas, de Suzanne Collins

        En llamas es el título de la segunda entrega de la trilogía de Los juegos del hambre, de la escritora estadounidense Suzanne Collins (aquí podéis consultar su página web). Esta serie consta de tres libros: el primero de ellos, Los juegos del hambre (2008), lleva el título de la colección; En llamas (2009) es, como he dicho, el segundo volumen; y Sinsajo (2010) es el tercero y último de los títulos. 
          La edición que he manejado es la que se puede ver en la imagen, de la editorial RBA Molino. Es una traducción al español de la novela original, cuyo título en inglés es Catching fire, realizada por Pilar Ramírez Tello. La ilustración de la cubierta es un sinsajo diseñado por Tim O'Brien. Esta ave (que aparece en las portadas de los tres libros de la serie) tiene un valor simbólico: se trata de un cruce del sinsonte con el charlajo, un ave creada mediante modificación genética por el Capitolio para controlar las conversaciones del bando enemigo durante los Días Oscuros. Con lo que no contaba el Capitolio era con que los charlajos se reprodujesen con los sinsontes dando lugar a esta nueva especie, por lo que el sinsajo es considerado una aberración en el Capitolio. Como además el sinsajo es el símbolo de Katniss, la protagonista, que en el primer volumen de la serie vencía los Juegos del Hambre desafiando las normas del Capitolio al proponer dos vencedores o ninguno, los distritos rebeldes lo emplearán como emblema de la rebelión. 
            El que haya leído hasta aquí y no hubiese leído el primer volumen de la trilogía o visto las películas, estará bastante descentrado, pero se habrá hecho una idea del tipo de novela de que estamos hablando: una novela distópica, o una distopía, esto es, lo contrario a una utopía. En Los juegos del hambre se explica con detalle cómo es la vida en Panem: el Capitolio, como indica su nombre, es la capital, y allí sus habitantes viven entregados a placeres y diversiones. También allí habitan los gobernantes de Panem, desde donde dictan las leyes tanto para el Capitolio como para los doce distritos, conocidos cada uno de ellos por un número y especializados en algún tipo de trabajo al servicio del Capitolio. Katniss, la protagonista, pertenece al distrito 12, especializado en la minería. La vida en los distritos no tiene nada que ver con la del Capitolio: la comida es escasa, los habitantes son vigilados por "Agentes de la Paz" y tienen que vivir con un sinfín de prohibiciones que impiden llevar una vida digna (por ejemplo, el distrito 12 está rodeado por una alambrada para evitar que sus habitantes cacen en el bosque; aunque Katniss se salta esta prohibición a la torera, al menos hasta que las medidas de represión del Capitolio de recrudecen, en este segundo volumen de la serie). Para colmo de males, una vez al año en Panem se celebran los Juegos del Hambre. Suzanne Collins dijo inspirarse en el mito del monstruo del laberinto de Creta. Estos Juegos de Panem se organizan así: cada año, tras la cosecha, en cada distrito se realiza un sorteo del que saldrán dos nombres -uno de un muchacho y otro de una chica-, y los elegidos participarán en los Juegos. Cada pareja participará en una especie de reality show (con toda la pompa de vestidos, entrevistas, propanganda... que ello supone) cuyo objetivo es "un poco" diferente de los habituales: los participantes son llevados a un terreno llamado "arena"(cuyas características cambian cada año) y allí deben matarse entre ellos de manera que solo quede un vencedor. El vencedor es aclamado como un ídolo de masas en el Capitolio y después debe hacer una gira por todos los distritos, llamada "Gira de la Victoria". Como es de esperar, un mundo así no es precisamente un paraíso y no puede mantenerse si no es con grandes medidas de control y represión. En los distritos, los habitantes están muy disconformes con el régimen, pero el miedo es mayor que el ansia de justicia. Como además, cualquier voz crítica es acallada de manera brutal, la gente se lo piensa dos veces antes de rebelarse y prefiere bajar la cabeza y pasar desapercibida, rezando porque no sean los nombres de sus hijos los que salgan en el sorteo anual.
            Este volumen de En llamas comienza cuando Katniss y Peeta están a punto de comenzar la Gira de la Victoria. Katniss recibe una visita del presidente Snow (el mandamás del Capitolio) que le preocupa mucho, pues este le da a entender que ella es la culpable del crecimiento de unos grupos rebeldes en algunos distritos, y que el Capitolio está dispuesto a hacer cualquier cosa si no pone todo de su parte para acallar las dudas acerca de su lealtad al régimen. Tras esta visita y las amenazas encubiertas, Katniss se pone muy nerviosa y duda qué hacer. Además, durante la Gira de la Victoria puede comprobar cómo en algunos distritos hay personas que están deseando comenzar la rebelión, y de hecho presencia sin ser vista el asesinato de un anciano que hizo un gesto públicamente que podría inducir a la movilización. Más tarde, ya de regreso de la gira, Katniss va un día al bosque y allí se encuentra con dos muchachas huidas del distrinto 8 que le confirman que de hecho hay un levantamiento allí; y días después, en casa de su amiga Marge, la hija del alcalde del distrito 12, Katniss ve en una línea privada de TV exclusiva para miembros del régimen la noticia de que hay levantamientos en algunos distrintos. Mientras se debate entre si unirse a la rebelión para liderarla en el distrito 12 o cumplir las expectativas de Snow para proteger a su familia, se publica un anuncio que acabará con su debate interior: los próximos Juegos del Hambre no tendrán como tributos a muchachos, como siempre, sino que -por tratarse del 75º aniversario de los primeros Juegos- los tributos serán elegidos entre los vencedores de las anteriores convocatorias. Al enterarse de esta noticia, Katniss se horroriza, pues ella es la única mujer vencedora de su distrito, por lo que deberá volver a la arena... Y aquí dejo esta sinopsis, pues ya conté en ella más de lo que debería.
Encuentro de Katniss con las rebeldes del distrito 8
             Debo decir que, una vez más, Suzanne Collins me sorprendió para bien. Hace dos años que me leí el primer volumen de la serie por obligación (pues tenía que poner un examen sobre él), y debo admitir que desde el momento que lo comencé me sorprendió de tal manera que no lo pude soltar hasta acabarlo. Por ese motivo, ahora En llamas lo leí con muchas ganas, y no me defraudó en absoluto: al revés, me parece que incluso está mejor que la primera parte. Lo que más me gustó del libro es la manera en que narra cómo Katniss se va dando cuenta del inicio de un levantamiento en los distintos distritos y cómo el Capitolio intenta tapar toda esta información pero aún así ella va uniendo cabos hasta llegar reunir casi toda la información (digo casi, porque al final de este libro hay una sorpresa). Lo que menos me gustó es que, a pesar de lo bien logrado que está el suspense, lo bien tejida que está la trama narrativa, el equilibrio entre la narración y el diálogo, echo algo de menos un poco más de consistencia en la elaboración de los personajes, que no dejan de estar estereotipados. Especialmente Katniss, que es un personaje que daría mucho juego, me parece que a pesar de su fuerza, inteligencia y valentía, aparece innecesariamente presentada como una víctima de las circunstancias, una muñeca en manos del destino que no sabe bien qué hacer (y no lo digo solo por el supuesto "juego a dos bandas" entre Peeta y Gale). Podría decirse que la juventud de la protagonista es una explicación a esta indecisión, pero tal vez esto pudiera compensarse con otros personajes con más hondura, que tampoco los hay en el libro. Bueno, en cualquier caso, Katniss a pesar de eso cae bien y la novela es buena y está bien escrita, así que no vamos a ahondar el dedo en la llaga y sí vamos a recomendar la lectura tanto de esta obra como de la serie completa de Los juegos del hambre
           No voy a poner el enlace al tráiler de la película (porque aún no la vi), sino que voy a recomendar escuchar el mito griego en el que se inspiró Suzanne Collins, el del Minotauro.



miércoles, 10 de agosto de 2016

Paseos por las leyendas de Toledo. Una guía en los límites de lo real.

                El pasado mes de mayo pude visitar la Expotaku de A Coruña por primera vez, y fue allí donde encontré esta interesante recopilación de leyendas toledanas firmada por Juan Carlos Pantoja Rivero y Joaquín García Sánchez-Beato. El libro está editado por IMÁGICA mítica y es del año 2015. En él se recogen, narradas con la voz de los autores, distintas leyendas ambientadas en la ciudad de Toledo. El libro ofrece, además, una propuesta de seis rutas literarias (que incluye callejeros y explicación muy detallada del paseo propuesto), de manera que el lector puede ir siguiendo la ruta y leer la leyenda en el mismo lugar en que esta se ubica, de manera que en la imaginación se puede recrear la ambientación del lugar con el máximo realismo. Por desgracia, yo aún no pude hacer ninguna de las rutas, pero apunto este propósito para la próxima vez que visite esta hermosa ciudad, que al parecer fue en la Edad Media centro de referencia para todo aquel que quisiera estudiar las ciencias ocultas, que recibían también el nombre de artes toledanas. (Y aquí sugiero la lectura de otra obra, que es El conde Lucanor de don Juan Manuel, en que se recoge un ejemplo protagonizado por un deán santiagués que acudió a Toledo para aprender estas artes; ejemplo, como todos los del libro, muy provechoso). 
               Muchos son los personajes históricos que desfilan por las páginas de estos paseos narrados por Pantoja Rivero y García Sánchez-Beato, entre los cuales no puede faltar el señor de Orgaz (siempre recordado, en parte, gracias a la pintura que realizó el Greco recreando los sucesos acaecidos el día de su entierro), el Marqués de Villena (famoso noble y nigromante, en el solar de cuya casa vivió también el pintor cretense), el desgraciado rey don Rodrigo y el afortunado don Alfonso VI (pero no solo ellos: también la reina Berenguela o el rey don Enrique el Doliente), santos como Santa Leocadia, la Virgen del Sagrario o San Ildefonso (cuya historia narra también Berceo en los Milagros de Nuestra Señora), y un largo etcétera. Después de leer el libro no solo uno tiene la sensación de haber disfrutado enormemente con sus historias, sino que además se aprende mucho sobre la historia de la ciudad. Por si fuera poco, estas leyendas populares sirvieron de inspiración a múltiples autores, como el mismo Berceo y otros tan importantes como Bécquer o José Zorrilla, gracias a los cuales conocemos algunas de las leyendas más populares, como la del Cristo de la Calavera,  la del beso, la de la ajorca de oro, y bastantes más. Sin duda, después de leer este libro me veo en la obligación de releer las Leyendas becquerianas y de leer por primera vez la obra de Zorrilla A buen juez, mejor testigo, que confieso con vergüenza que aún no he leído.

            
         A esta entrada tengo que adjuntar varias fotografías: una, la portada del libro (que no puede faltar); otra, la fotografía de un fragmento del libro (correspondiente a la leyenda titulada "La cueva de Hércules y el palacio encantado", uno de mis relatos favoritos); la última, una imagen modificada por mí del famoso cuadro del Greco con la ciudad de Toledo de fondo. Me he permitido hacer una pequeña broma (ya sé, no tiene gracia, pero no lo he podido evitar). Además, adjunto también un enlace a un programa de radio del que soy fiel seguidora, El abrazo del oso. En este programa se pueden escuchar monográficos dedicados a diferentes temas de arte, literatura, ciencia, etc., y el enlace que adjunto trata precisamente de las leyendas en la ciudad de Toledo. Antes de comprar este libro oí hablar de la gran cantidad de leyendas toledanas en este programa, y por eso cuando vi el título de la obra en Expotaku me lancé como una leona sobre él, así que lo menos que puedo hacer es poner un enlace en esta entrada.





Título del libro: Paseos por las leyendas de Toledo. Una guía en los límites de lo real.
Autores: Juan Carlos Pantoja Rivero y Joaquín García Sánchez-Beato.
Editorial: Imágica mítica.
Año de edición: 2015.




jueves, 4 de agosto de 2016

Carta de una desconocida

              Al pronunciar mentalmente el título de esta novela, lo primero que se me viene a la cabeza es un recuerdo infantil; y me veo a mí misma, con trece o catorce años, recorriendo concienzudamente con la vista los estantes de la biblioteca de mi pueblo, desde los cuales una enorme cantidad de autores (para mí extraños) me saludaban sin otra carta de presentación que el título de sus obras, la edición de las mismas  o la sonoridad de su propio nombre. Eran las primeras veces que me alejaba de la sección de literatura infantil para dirigirme a la que sin más se denominaba "narrativa".  Aquellos libros tan misteriosos, sin dibujos, a veces ni siquiera incluían un resumen en su contraportada, de manera que la fuerza de evocación del título era muchas veces el único reclamo para una lectora totalmente inexperta. Muchas veces, escogiendo los libros por su título, después de haberlos leído, los cerraba extrañada, llegando a la conclusión de que a veces el autor pone a sus libros títulos caprichosos, o títulos elegidos al azar. Recuerdo que alguna vez incluso cerré alguna novela muy enfadada, pensando que el autor había escogido un título que prometía una gran obra, cuando el texto en cuestión valía más bien poco. Fue entonces cuando comenzaron para mí una serie de costumbres que hoy aún practico: inventarme las historias de los libros a partir de su título antes de leerlos y preguntarme por qué el autor eligió el título que le puso a su historia, así como intentar pensar en otros títulos que también pegasen con la historia.
             Entre mis recorridos por aquella sección de narrativa había una colección de libritos cuyos, si bien aparecían diseminados por las baldas (puesto que el criterio de ordenación de las obras era por el apellido del autor), eran fácilmente relacionables: eran unos libros pequeños, ni demasiado altos ni demasiado gruesos, presentados en una cuidada edición que apenas recuerdo sino entre nieblas: lo que sí recuerdo es que el papel que cubría la portada era siempre mate y de colores pastel, y que la tipografía era elegante y estilizada. Uno de sus títulos era Primer amor -¡qué sugerente título para una preadolescente!-, y otro, Carta de una desconocida. Qué pondría aquella carta era algo que yo intentaba imaginar, y me imaginaba que no eran buenas noticias. Me imaginaba un hombre en un salón amplio y soleado de una casa grande en una ciudad pequeña, y me lo imaginaba leyendo la carta, una carta -no sé por qué- anónima de alguna admiradora o de alguien que iba a contarle un gran secreto. En cualquier caso, por el diseño del libro, tanto él como ella eran gente elegante. No iba tan desencaminada, de lo cual deduzco que el editor de la colección supo captar el espíritu de las obras. En cualquier caso, no fue entonces cuando leí la obra. Ya había intentado leer Primer amor, y para una niña acostumbrada a Enyd Blyton, esa literatura era aún inaccesible. "Los leeré cuando sea mayor", me prometí a mí misma entonces. Y Primer amor aún no lo he leído, pero sí que leí Carta de una desconocida. Fue hace unos años cuando, recorriendo con la vista las estanterías de la librería de mi pueblo (que no es el mismo pueblo de mi niñez), encontré una balda que llamó poderosamente mi atención. Estaba repleta de libros que llamaron mi atención, igual que había sucedido hace años con aquella colección de libros color pastel, por su diseño. Me refiero a los libros de la editorial Acantilado, que desde hace un tiempo están haciendo las delicias de los lectores ofreciéndonos obras de autores escogidos. En esta balda estaba Carta de una desconocida. No pude evitar recordar cómo admiraba aquel librito en la biblioteca de mi pueblo sin haberlo leido, y decidí que ya había llegado la hora, que ya tendría madurez para entenderlo. Pero... junto a él había otros libros que también me llamaban la atención y que eran del mismo autor, así que en mi mente comenzó una pugna entre títulos de novelas de Stefan Zweig que luchaban gritándome: cómprame, cómprame... Quería leerlos todos, de repente sentía una gran curiosidad por aquel escritor del que no sabía nada pero que sabía que ponía unos títulos preciosos a sus novelas (Ardiente secreto, Novela de ajedrez, Veinticuatro horas en la vida de una mujer, La embriaguez de la metamorfosis... cada título me parecía mejor que el anterior). Por suerte, el problema se resolvió cuando descubrí un volumen de más de 1500 páginas que rezaba así: Stefan Zweig, Novelas.  Y en un mes las había leído todas. 
           Carta de una desconocida no fue la que más me gustó, pero no dejó de resultarme entrañable cumplir aquel viejo deseo infantil. La historia en sí es muy llamativa, pero no la voy a desgranar aquí porque me gustaría que los lectores dejasen volar su imaginación como pude hacerlo yo en su día. Pero lo mejor de la novela, como en toda la obra que conocí de Zweig, es la caracterización de los personajes. La capacidad de Stefan Zweig de meterse en la mente del personaje y hacer partícipe al lector de toda una serie de ideas y sentimientos de una manera tan viva que pareciese que él mismo estuviese en la piel del personaje es todo un arte, y en esta novela -me parece a mí- es particularmente difícil, dado la singularidad de las peripecias de la protagonista femenina. Al terminar de leerla me quedó un sentimiento difícil de explicar, que solo experimenté leyendo a grandes autores como Cervantes o Leopoldo Alas "Clarín": una extraña compasión, teñida de cariño,  tanto por la desconocida que escribe la carta como por su destinatario. He de decir que este mismo sentimiento se vive de nuevo al leer otras obras de Zweig, con lo cual no puedo hacer menos que declararlo un genio.
             Ayer mismo pude ver la adaptación para el cine que dirigió Max Ophüls en 1948, en la que Joan Fontaine es la actriz principal. Tenía miedo de que se borrase en mi memoria toda la cadena de recuerdos que tenía asociada al título en cuestión, pero he de decir que, si bien la adaptación introduce algunos cambios sustanciales tanto en el argumento de la obra como en los personajes, el espíritu de la novela está muy bien captado. He de resaltar que, como suele suceder, la película oculta de manera un tanto puritana la actitud que la protagonista femenina tiene hacia la sexualidad, si bien hay una escena (cuando Lisa y su esposo regresan a casa de la ópera) en la que tiene lugar una conversación en la que se deja ver de manera un tanto velada lo poco que importaban a la protagonista la decencia y la moral (en palabras del personaje del esposo), cuando para ella su amor por Stefan (así se llamaba en la película, aunque en el libro se menciona al protagonista masculino como un escritor cuya inicial es R.) es lo único que importa. En el libro hay pasajes que llaman la atención porque critican abiertamente la hipocresía social que se supone que tiene que guardar la mujer a la hora de tratar con los hombres. Por ejemplo:
"Hoy entiendo tu sorpresa; sé que las mujeres, aunque tengan el más fervoroso deseo de entregarse, suelen negar su disposición, fingen un sobresalto o indignación que exige ser aquietado con súplicas, mentiras, juramentos y promesas. Sé que quizá sólo las profesionales del amor, las prostitutas, aceptan en el acto una invitación parecida con alegría, o las muchachas del todo ingenuas, las totalmente inmaduras. En mi caso, solo intervino -¿cómo podías intuirlo?- la voluntad convertida en palabra, el anhelo reprimido de miles de días. Pero, por una cosa o por otra, te quedaste asombrado y empezaste a mostrar interés por mí".
             Por último, dejo unas fotografías: una es la portada del libro de las Novelas de Zweig en la editorial Acantilado; otra es una fotografía de un fragmento de la primera página de Carta de una desconocida, extraída del libro que acabo de mencionar; la tercera es una fotografía de un momento de la película.
           Espero que os haya picado el gusanillo de leer a Zweig, pues es un escritor que realmente merece ser conocido.